No encontrará Alberto Núñez Feijóo una manera más poética de dar la razón a Pedro Sánchez que armar una mayoría con Carles Puigdemont. Confirmaría la tesis gubernamental de que la amnistía y los paños paliativos del doctor Illa han llevado la paz a Cataluña. Hasta tal punto, que populares y juntistas vuelven a susurrarse en la intimidad versos de amor en catalán, como en los tiempos felices de Aznar y Pujol. La política está llena de esas paradojas: quien se beneficia de tus acciones suele ser el rival que te las criticaba. Lo sabe bien el tabernero de Lavapiés Pablo Iglesias, por ejemplo, quien seca los vasos y rumia melancólico cómo el PSOE se apropió de su estrategia de polarización —después de demonizarla y combatirla— y le dejó fuera de juego. La historia se repite desde que el inventor de la guillotina murió guillotinado.