La reparación del local de Gabriel Ferrandis, en la calle más comercial de Paiporta (Valencia), se ha quedado en punto muerto. En la profunda estancia donde vendía y reparaba móviles ya no hay barro, pero las paredes aún guardan las marcas de la destrucción: se puede ver la golpeada estructura metálica que sujetaba el yeso y en el techo todavía cuelgan cables de colores. La rehabilitación no puede avanzar porque no hay profesionales que reparen el sistema eléctrico, paso fundamental para seguir con todo lo restante. También lleva esperando casi cincuenta días a que un técnico reemplace la persiana metálica que la fuerza del agua dobló como una hoja de papel. Ferrandis no es el único.