En el acto de apertura del año judicial, con el que cada septiembre se inaugura el curso de los tribunales, todo está medido siguiendo un protocolo desbordante de solemnidad y sin margen para la improvisación. Así fue también el celebrado este jueves, en el que se repitió la procesión de togas con el que el Tribunal Supremo exhibe toda su pompa. Pero, siendo todo igual, la imagen era insólita: por primera vez, una mujer ejercía de anfitriona como máxima representante del Poder Judicial.