Los diputados de Junts per Catalunya se han ido de vacaciones de verano con deberes para el otoño. La convocatoria del congreso del partido para el próximo mes de octubre, con dos años de adelanto, obliga a adoptar una posición sobre qué estrategia conviene a la formación al verse fuera de la Generalitat tras el pacto entre su antiguo socio, Esquerra Republicana, y el PSC. “El contexto es nuevo”, ha admitido el secretario general de JxCat, Jordi Turull. Sin apenas presencia en cargos de poder institucional, y con la unidad independentista definitivamente fracturada, la formación mezcla el pragmatismo del mejor solos que mal acompañados con la épica del uno contra todos y pone el foco en definir quién debe llevar el volante del partido, una vez que Carles Puigdemont se ha vuelto a marchar a Bélgica. La formación posconvergente se reivindica como el último bastión válido que le queda al independentismo y pide capitanear una concentración de fuerzas “más allá del espectro de Junts” para dar un agarradero a quienes “se sienten huérfanos y con ganas de volverse a movilizar”.