Isabel se dejó llevar, a los 74 años, por la trama de lo que parecía una novela romántica. Se sentía sola. Dos años antes, su marido había muerto de cáncer. Y entonces apareció él, Nicolas, para poner su existencia patas arriba y agitar su corazón. La contactó por la red social Instagram y la arrastró a un torrente de conversaciones por WhatsApp hasta las tantas de la madrugada, en las que le hacía ver lo “maravillosa” que era, le prometía amor eterno y, sobre todo, compartía con ella unos problemas financieros cada vez más acuciantes que podían comprometer su romance y la incipiente visita de él a Barcelona.