En el Carrer de Ciudad de Calatayud, en Alfafar, voluntarios y vecinos, unos con palas y otros con tablas, empujan el barro aguado hasta la boca de desagüe. En esta calle, llena de casas que hoy tienen sus tripas a las puertas, como un animal desguazado, una mujer señala una montaña de enseres cubiertos por lodo fresco. Hay decenas de estos montones por la calle. Está todo podrido y apenas se distinguen algunos muebles rotos, algún electrodoméstico. En otras circunstancias cualquiera pensaría que eso es un montón de basura que lleva décadas sin recoger. Pero hace una semana eso era una vida, y Cati Rodríguez lo demuestra de un vistazo: “Eso de ahí es mi salón. Un poco más allá está mi cocina”, dice. Mira la casa, señalando la altura inverosímil a la que llegó el agua: “¿Te la vendo?”.