La constante gitana, como la he llamado siempre, es una pulsión básica en la identidad de la España moderna. Allá por donde se mire, siempre que sea sin prejuicios, se percibirá una sutil conexión entre esa cultura llegada a España en 1418, antes de su constitución a través de la Concordia de Segovia de 1475, y el resultado de aquella unión dinástica de las coronas de Aragón y Castilla, a las que se unió en 1515 el reino de Navarra. Se conformaba con ello las Españas, es decir, la recuperación actualizada del antiguo reino visigótico de Toledo, aspiración final de la Reconquista.