El repiqueteo constante y suave resulta casi hipnótico. Parece como si en el interior del imponente palacete de aire inglés la lluvia se desparramase por sus salones. Aunque no son gotas de agua, es el sonido del tiempo inexorable. Más de 280 relojes históricos marcan los segundos que llevan a los armónicos cuartos, medias y horas en la mayor colección musealizada de España de relojería gruesa, como se conocen en el argot especializado. La relajante parsimonia cotidiana del Palacio del Tiempo de Jerez de la Frontera contrasta con el ajetreo que este fin de semana vive su relojero conservador. Francisco Osuna tiene apenas una tarde para mover las manillas al horario de invierno en la imponente colección pública de bellos mecanismos que van del siglo XVII al XIX.