Un crimen absurdo, sin motivo aparente, contra un pequeño de 11 años; una horda extremista dispuesta a sacar partido de él y un país estupefacto. El asesinato, el pasado domingo, del niño Mateo en Mocejón (Toledo), apuñalado cuando jugaba al fútbol con sus amigos, ha supuesto una sacudida que ha durado una semana. La campaña de bulos orquestada por elementos de extrema derecha y que responsabilizaba del crimen a los inmigrantes, puso a fuego vivo una olla a presión social y mediática. La rapidez de la investigación de la Guardia Civil ―y las llamadas a la calma de la familia de la víctima― impidieron que derivara en el estallido violento contra los extranjeros que parecían buscar los ultras.