El martes 29 de octubre llaman de Madrid sobre las diez de la mañana y piden fotos de las fuertes lluvias en la provincia de Valencia. Tanteo, hablo con compañeros y decido ir hacia Turís. De camino, veo un camión lleno de agua fuera de la calzada. Allí nos dicen que lo más chungo está en Chiva. Yendo, ya veo un barranco que baja enloquecido. Llego a Chiva por carreteras secundarias y está todo inundado, lleno de piedras y agua, y los campos, de barro. Son las 11.30. Hago fotos. Voy a Catadau. Hay casas inundadas. Luego, de camino a la mía, percibo que los barrancos están a rebosar. Llego sobre las tres de la tarde a casa. Vivo en Picanya, en un adosado, frente al barranco del Poyo. Vamos al bar del pueblo y comentamos lo que hemos visto, si está previsto desalojar a quienes viven cerca del barranco. Y la gente hace un poco de coña: que el barranco no se desborda; que nunca ha ocurrido… Se discute sobre quién lo ha visto más lleno, y nos vamos a casa.