El orden social se ha roto. No hay autoridad que preserve la seguridad de las personas, las propiedades y los bienes públicos. Los suministros y las comunicaciones han quedado interrumpidos. Cada uno procura para sí mismo y para sus allegados, como máximo para los vecinos. La solidaridad espontánea de la gente, el pueblo, es el único recurso colectivo ante las grandes catástrofes. “Sols el poble salva al poble” dicen vecinos y voluntarios que acuden a echar una mano, eludiendo si hace falta las prohibiciones y los controles.